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07/30/2014Las redes sociales, esos espacios virtuales que copan las horas y que han venido para quedarse, han encontrado un aliado que desde hace unos meses se ha convertido en tendencia; los selfies.
Esta palabra inglesa que se ha convertido en internacional hace referencia a la fotografía que nos hacemos a nosotros mismos (autofoto) y ha conseguido hacerse un hueco en la forma de retratar nuestras vidas. Esta moda que da comienzo en grupos de amigos que se autoretrataban en el baño para lucir palmito, tirando besos o estrenando nuevo modelo, lo que posteriormente se ha denominado postureo 2.0, han conseguido que personalidades del mundo del cine, la política, realeza e incluso el mismísimo Papa hayan sucumbido a utilizar sus teléfonos móviles para retratarse y subirlo a las redes sociales, pasando de ser una práctica considerada para jóvenes a otra de obligado cumplimiento para muchos.
Si hablamos de selfies para el recuerdo, el realizado en la gala de los Oscars (el primer patrocinado que se conoce) donde se aglutinaban numerosas estrellas, el que mostraba a Obama, Cameron y la primera ministra de Dinamarca, Helle Thorning, durante el funeral de Mandela en Sudáfrica o el que realizaron un adolescente y su madre en el avión siniestrado en zona prorrusa en Ucrania son algunos de los que han dado la vuelta al mundo.
Incluso se habló de romper el protocolo cuando el Papa Francisco I se convirtió en el protagonista absoluto durante la canonización de varios religiosos o los Reyes de España e incluso Rajoy se tomaron un selfie en sendos viajes en Latino América, y en congresos y mitines en nuestro país.
Incluso se ha transformado en una práctica común para personas que viajan solas y quieren tener un recuerdo ilustrado de los lugares visitados. Lo que está claro es que esta moda de hacerse un selfie puede resultar muy “cool” para muchos, pero también es cierto que ha traspasado barreras y por cometer imprudencias, ha costado la vida a más de una persona por demostrar imágenes que puedan calificarlo como arriesgado, sorprendente o incluso siniestro.
Tanto porque podemos perder la vida, molestar a otras personas o provocar más que emociones positivas, tensión y sentimientos negativos, debemos tener en cuenta una serie de pautas a tener en cuenta, un protocolo a la hora de hacernos un selfie:
- No hacernos los valientes ni pecar de osados. Procurar que mientras lo tomamos, no perdemos el equilibrio ni posibilidad de perder el teléfono móvil al no tenerlo bien sujeto. A su vez, no pongamos en peligro la vida de personas que se encuentren con nosotros por nuestra imprudencia.
- Mirar alrededor para que las únicas personas que salgan en el selfie sean aquellas con las que nos encontramos, no personas anónimas que puedan encontrarse en ese momento en el lugar en el que tomamos la autofoto y que puedan sentirse violentos o incómodos.
- Si aparecen varias personas en el selfie y tenemos intención de subirla a las redes sociales, tengamos la precaución de preguntar si no les importa que la hagamos pública.
- Tener en cuenta la escenografía en la que vamos a fotografiarnos. Si es un lugar en el que ha sucedido alguna tragedia, espacio conocido por su historia negra o similar, deberemos ser consecuentes con el selfie tomado, nuestra sonrisa y su posterior publicación en redes sociales. Seamos consecuentes y hagamos caso al sentido común.
- No caer en la tentación de realizarnos un selfie con alguna persona en un estado denigrante, ni sobrepasando los límites legales existentes, podemos conseguir efectos adversos al que perseguimos.
Es divertido hacerse un selfie, en definitiva el recuerdo de un momento de nuestras vidas, pero por favor, sigamos practicando esta moda siempre con coherencia y responsabilidad.